jueves, 10 de mayo de 2018

Los primitivos flamencos

El matrimonio Arnolfini.



Mientras en la mayor parte de Europa en las primeras décadas del siglo XV predomina un gótico de estilo cortesano vinculado al auge de las cortes europeas, en Holanda emerge una extraordinaria escuela de pintura a los cuales se les considera creadores de un Renacimiento nórdico paralelo al Italiano, aunque nada más lejos de la realidad. Estos “primitivos flamencos” crearon un nuevo modelo de pintura.

También hay cambios en la esfera social, ya que se consolida la burguesía como mecenas, cuyo gusto está alejado del refinamiento y elegancia de las cortes; además el siglo XV es el siglo de la crisis europea de la Edad Media, en este momento el Sacro Imperio Romano Germánico está en decadencia y durante esos años se suceden algunas de las guerras más importantes, como la guerra de los Cien Años (1337-1453) entre Francia e Inglaterra. Posteriormente,  aconteció el problema de Borgoña que trasciende al ámbito de nuestro pintor, cuando Felipe III de Borgoña unifica en 1433 los Países Bajos y Bélgica.

Es en este contexto histórico donde nace y vive Jan van Eyck (Maaseik, c. 1390 – Brujas, 1441), que como he nombrado antes, fue uno de los más famosos pintores de la época ya que incluso llegó a ser pintor de la corte para el duque de Borgoña: Felipe III el Bueno y al cual sirvió para otros asuntos cortesanos y de diplomacia (lo cual dice bastante de su buena relación).
Una de las obras más famosas de la pintura flamenca y de este autor es el cuadro del Matrimonio Arnolfini. Este cuadro se encuentra actualmente en el National Gallery de Londres. Fechado en 1434 y realizado en óleo sobre tabla (82 x 60cm) se clasifica dentro del estilo Gótico flamenco.

Este cuadro es por un lado la imagen de un matrimonio común en el interior de una casa de clase media acomodada pero al mismo tiempo está lleno de símbolos y detalles con contenidos complementarios.

Jan van Eyck es el más grande de los flamencos, pudiéndose comparar a Giotto en Italia. Sin duda, su afán por usar un lenguaje de símbolos y metáforas lo hace especial. Fue capaz de crear espacios ilusionistas sin necesidad de fórmulas matemáticas, como podemos ver en el cuadro en la consecución de esa profundidad y perspectiva, creadas a través del uso de un espejo en el fondo, técnica más tarde recuperada por el renombrado pintor español Diego Velázquez en su obra Las Meninas. Este pintor adquirió una portentosa técnica que le permitía reproducir la realidad con una minuciosidad extraordinaria. Es este un ejemplo claro de esa perfección técnica.

En el cuadro se representa a los dos protagonistas en primer plano. Un matrimonio de mercaderes italianos que prosperaron en territorio flamenco. Él mantiene la mano alzada como si estuviera bendiciendo y toma la mano de la mujer, mientras ella se recoge el vestido sobre el vientre. Estas posturas hacen referencia a los papeles que ocupaban cada uno en el matrimonio; en el caso del hombre, bendice con una mano a su mujer y con la otra sostiene de forma autoritaria la mano de ella, que de forma sumisa, agacha la cabeza.
Los ropajes de ellos revelan la alta posición social que ocupan. Él con un tabardo oscuro de piel y ella con un vestido verde (color de la fertilidad) en el que Van Eyck recrea de forma exquisita los pliegues, algo muy característico en la pintura flamenca.

El estilo:
La obra es un fiel reflejo de las características estilísticas de los primitivos flamencos y, sobre todo, es un compendio del estilo de su autor.[cita requerida] En su composición sobresalen:
La minuciosidad. Al ser una pintura concebida para la exhibición doméstica, lo que permite verla de cerca, los detalles se plasman con una escrupulosidad microscópica, sólo posible gracias al empleo del óleo y de plumillas especiales. Por ejemplo, en el espejo del fondo —en cuyo marco están representadas diez escenas de la Pasión de Cristo— se refleja toda la habitación vista desde atrás, incluyendo todo el mobiliario, el matrimonio, otras dos personas y el ventanal con una vista de Brujas.
El deleite en la reproducción de objetos. Los flamencos se enorgullecen del bienestar material que han logrado, de sus pequeñas posesiones, y las representan en sus obras: la lámpara, los muebles finamente labrados, la ropa, etc. En esta obra aparecen, además, otros objetos aparentemente injustificados; la tesis de Panofsky se apoya en alto grado en ellos.
El naturalismo. Van Eyck se preocupaba mucho por representar la realidad con la mayor exactitud posible, aunque al ojo moderno la imagen parezca escasamente realista por la actitud hierática de los retratados —incluso el perro. El movimiento es nulo en la imagen; las formas tienen una solidez escultórica, y la escena, en general, es rígida, teatral y poco espontánea.
La preocupación por la luz y la perspectiva, propias de van Eyck, que en ello se adelantó a su tiempo: la luz que penetra por la ventana es suave y envuelve las formas delicadamente, la claridad se disuelve, poco a poco, en una atmósfera tangible; el marco arquitectónico y el recurso del espejo del fondo dan una sensación de profundidad muy verosímil. El propio Velázquez se inspiró en esta obra al pintar Las Meninas.

El realismo

Llama la atención el realismo óptico basado en la minuciosidad microscópica y en una magistral captación de la luz y la perspectiva, la quietud y, sobre todo, el orgullo por el bienestar material que han logrado, y por sus pequeñas posesiones: la lámpara, los muebles finamente tallados, la ropa… Éste es un aspecto muy llamativo en esta obra; ya que aparecen infinidad de objetos sin motivo aparente.

El simbolismo

Pero, gracias, precisamente, a estos pequeños objetos, propios de una sociedad que vive en la opulencia, el experto en Historia del Arte, Erwin Panofsky, logró desvelar el significado de este cuadro: el cual interpreta como una alegoría del matrimonio y de la maternidad. Para ello, nos desvela el sentido de multitud de detalles que, aparentemente, carecen de importancia, pero que dan una nueva dimensión al cuadro, algunos de estos pormenores son:

En primer lugar, la representación de los esposos, que es antagónica y revela los diferentes papeles que cumple cada cual en el matrimonio. No olvidemos que hablamos de una sociedad de hace más de 500 años, a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna: él es severo, bendice o, quizá, jura (fides levata) —en cualquier caso, ostenta el poder moral de la casa (potestas)— y sostiene con autoridad la mano de su esposa (fides manualis), que agacha la cabeza en actitud sumisa y posa su mano izquierda en su abultado vientre, señal inequívoca de su embarazo (que no es real), que sería su culminación como mujer. Las mismas ropas que llevan refuerzan este mensaje, a pesar de que la ambientación sugiere un tiempo veraniego o, cuando menos primaveral, lleva pesadas túnicas que revelan su alta posición socioeconómica, el tabardo de él es oscuro y sobrio (aunque los remates de piel de marta resultaban particularmente caros), y ella luce un ampuloso vestido, de colores vivos y alegres, con puños de armiño (complementados con un collar, varios anillos y un cinturón brocado, todo de oro). Hay, en segundo lugar, multitud de objetos que aparecen sin justificación aparente, si bien todo lo que contiene el cuadro proclama la riqueza de la joven pareja, desde la ropa y los muebles hasta la fruta en el alféizar de la ventana. Lo cierto es que esta pareja parece haber recopilado objetos de muchos países de Europa: Rusia, Turquía, Italia, Inglaterra, Francia... Sin duda, Arnolfini, rico mercader, trabó amistad o negocios con empresarios de toda Europa. Como se sabe, Brujas, donde se instaló Giovanni, era un hervidero de burgueses de todas partes; y este mercader que protagoniza el cuadro se jactaría de sus relaciones con todos ellos. En definitiva, lo cierto es que todos tienen un significado nítido que da una nueva dimensión a la obra:
Las naranjas, importadas del sur, eran un lujo en el norte de Europa por lo que simboliza la riqueza de la familia y la prosperidad económica que les aguarda, o quizás aluden al origen mediterráneo de los retratados. Conocidas como "manzanas de Adán", representaban además la fruta prohibida del edén (quizá sean una evocación del paraíso perdido), en alusión al pecado mortal de la lujuria, probable motivo de la pérdida de la gracia.Los instintos pecaminosos de la humanidad se santifican mediante el ritual del matrimonio cristiano.
La cama tiene relación, sobre todo en la realeza y la nobleza, con la continuidad del linaje y del apellido. Representa el lugar donde se nace y se muere. Los tejidos rojos simbolizan la pasión además de proporcionar un poderoso contraste cromático con el verde de la indumentaria femenina. En todo caso, era costumbre de la época, en las casas acomodadas de Borgoña, colocar una cama en el salón donde se recibían las visitas. Aunque, generalmente, se usaba para sentarse, ocasionalmente, era también el lugar donde las madres recién paridas recibían, con su bebé, los parabienes de familiares y amigos.
La alfombra que hay junto a la cama es muy lujosa y cara, procedente de Anatolia, otra muestra de su fortuna y posición.[cita requerida]
Los zuecos esparcidos por el suelo —ellos van descalzos— representan el vínculo con el suelo sagrado del hogar y también son señal de que se estaba celebrando una ceremonia religiosa. La posición prominente de los zapatos es también relevante: los de Giovanna, rojos, están cerca de la cama simbolizando que era la encargada del hogar; los de su marido, más próximos al mundo exterior, simbolizan que es él el encargado de trabajar para llevar la prosperidad económica a la casa. En aquel tiempo se creía que pisar el suelo descalzo aseguraba la fertilidad.
Los rosarios eran un presente habitual del novio a su futura esposa. El cristal es signo de pureza, y el rosario sugiere la virtud de la novia y su obligación de ser devota. También el cristal del espejo alude a la pureza del sacramento del matrimonio (speculum sine macula).
El espejo es uno de los mejores ejemplos de la minuciosidad microscópica conseguida por van Eyck (mide 5’5 centímetros y cada una de las escenas de la pasión que le rodean mide 1’5 centímetros), y enlaza con el siguiente asunto. En torno al espejo se muestran 10 de las 14 estaciones del Vía Crucis (las paradas del camino de Cristo hasta su muerte en el Gólgota). Su presencia sugiere que la interpretación del cuadro debe ser cristiana y espiritual en igual medida que legal y recuerda el sacrificio que tienen que soportar los esposos. Por cierto que estos pequeños espejos convexos eran muy populares en aquella época; se llamaban «brujas» y se usaban para espantar la mala suerte. A menudo se encontraban junto a ventanas y puertas, para buscar efectos lumínicos en las estancias. Que se sepa, ésta es la primera vez que se usan como recurso pictórico, la idea tuvo mucho éxito y fue imitada, como hemos visto. El experto Craig Harbison ve en el espejo el centro de gravedad de todo el cuadro, es lo que más nos llama la atención, una especie de «círculo mágico» calculado con increíble precisión para atraer nuestra mirada y revelarnos el secreto mismo de la historia del cuadro: «But there's the key!».
La lámpara sólo tiene una vela, que simboliza la llama del amor —era costumbre flamenca encender una vela el primer día de la boda—. Pero también recuerda la candela que luce siempre en el sagrario de la iglesia, la permanente presencia de Cristo.
Giovanna lleva un elegante vestido verde (el color de la fertilidad), propio de un retrato de aparato y un cuadro de boda. No está embarazada, su postura se limita a delatar el vientre, que entonces se tenía por una de las partes más bellas del cuerpo. También cabe pensar que su pose y la exagerada curvatura del vientre sugieran su fertilidad y deseada preñez que nunca resultó.
En el cabezal de la cama se ve la talla de una mujer con un dragón a los pies.
Es probable que sea Santa Margarita, patrona de los alumbramientos, cuyo atributo es el dragón; pero por la escobilla que hay al Lado podría ser Santa Marta, patrona del hogar, que comparte idéntico atributo.
El perro pone una nota de gracia y desenfado en un cuadro que es, por lo demás, de una apabullante solemnidad. El detallismo del pelo es toda una proeza técnica. En los retratos, los perros suelen simbolizar, como aquí, la fidelidad y el amor terrenal.
Los únicos que faltarían son el sacerdote y el testigo, necesarios en todas las bodas, pero ambos personajes aparecen reflejados en el espejo, junto a la pareja: un clérigo y el propio pintor, que actúa como testigo, y que, con su firma, no sólo reclama la autoría del cuadro, sino que testifica la celebración del sacramento: Johannes de Eyck fuit hic 1434 (Jan van Eyck estuvo aquí en 1434). El cuadro sería, por tanto, un documento matrimonial. No obstante, es también un cuadro evidentemente intemporal porque se refiere simultáneamente a hechos que tienen lugar dentro del matrimonio, pero en fases diversas a lo largo del tiempo.
Detalle de zueco y alfombra 
Los esposos están descalzos y en el suelo de la estancia vemos esparcidos los zuecos. Los de ella, rojos, simbolizan la posición de la mujer de encargarse del hogar. Los de él más próximos al espectador hacen referencia a la obligación del hombre de llevar la prosperidad económica al hogar. Junto a los zuecos de la mujer se puede observar la minuciosidad de la alfombra, de una calidad casi fotográfica.
Sobre la repisa de la ventana encontramos frutas, en concreto, naranjas. En Flandes era muy común la presencia de frutas exóticas, debido a su actividad comercial, aunque eran un objeto difícil de conseguir y por eso sólo tenían acceso a ellas las familias más pudientes. Más adelante en cuadros del Barroco esta fruta tomará gran importancia. En este caso, es de nuevo una metáfora de la fruta prohibida, que a su vez hace referencia al pecado de la lujuria y con él, a la pérdida de la gracia.


Pero el elemento más importante de todo el cuadro es el espejo. Con él, Jan van Eyck consigue dotar de profundidad al cuadro y crear uno de los primeros trampantojos (trompe l’œil) de la historia. Como vemos en el detalle, es en el espejo donde están representados dos figuras, posiblemente el sacerdote que preside la boda y el testigo, que en este caso es el propio pintor.

Detalle del espejo
Además, se ven las espaldas de los recién casados. Todo un trabajo de minuciosidad y perfección milimétrica que culmina con la elaboración de diez escenas del Via Crucis. Como dato informativo, decir que el espejo mide 5,5 centímetros y cada escena de la Pasión 1,5, lo que nos habla de la belleza minuciosa de la obra.
Como he dicho anteriormente, este recurso de “el cuadro dentro del cuadro” fue usado con posterioridad por pintores de gran renombre como Velázquez o Rubens.

Además de estos detalles, también contemplamos elementos religiosos, como el rosario, una imagen de Santa Margarita o Santa Marta, el candelabro con una sola vela en relación a la presencia de Cristo o la cama que alude a la posición social.

Actualmente, se han hecho estudios al cuadro que han demostrado que muchos de estos elementos simbólicos fueron añadidos con posterioridad. Esto demuestra que realmente, la pintura no era más que una vía para demostrar el poder que poco a poco fue adquirieron Arnolfini. Otras hipótesis que intentan descifrar el misterio que rodea al cuadro, dicen que la escena representada pudo ser invención del pintor en acuerdo con el mercader; un posible exorcismo o ceremonia para conseguir la fertilidad, puesto que Giovanna nunca tuvo hijos (esto rebate la creencia de que la mujer en el cuadro está embarazada).


¿Pintor o notario?
Hay obras de arte sobre las que se escrito miles de libros y artículos y sin duda alguna se seguirán escribiendo; una de estas obras es la del Matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck. Porque la obra es intrigante y ha despertado siempre muchas dudas. ¿Se trata de una boda en la cual el pintor desempeña el papel de testigo tal como reza la inscripción que el pintor colocó en la pared, debajo de la lámpara?  De hecho lo que escribió dice simplemente que “Johannes d’ Eyck fuit hic 1434”, es decir “Yo estuve presente en 1434”. No dice que lo pintó, aun cuando esto resulta obvio. ¿Por qué situó este texto en el centro del cuadro? ¡Más que el texto de un pintor parece el texto de un notario que da fe! Así lo vio Panofsky, que lanzó la hipótesis de que en realidad se trata casi de un documento notarial.
¿Dónde se esconde el cura?
Sin embargo la obra, además de mostrarnos esta riqueza quiere ser una escena íntima, con las zapatillas desordenadas en el suelo – las de él y las de ella,- el perrito faldero, a los pies de ella, la cama roja de la derecha y el banco con cojines rojos que hay debajo del espejo cóncavo. ¿Qué significado podía tener este tipo de perro colocado a los pies de ella? No otro que la fidelidad que se iba a exigir a la joven.

Para saber más de los símbolos de este cuadro, pincha aqui
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