lunes, 10 de mayo de 2010

La Mandrágora. Javier Krahe, Alberto Pérez, Joaquín Sabina

Adivina, adivinanza. El entierro de Franquito
Mil años tardó en morirse
pero por fin la palmó
los muertos del cementerio
están de fiesta mayor.
Seguro que está en el cielo
a la derecha de Dios.
Adivina, adivinanza
escuche con atención.
A su entierro de paisano
asistió Napoleón
Torquemada y el caballo
del noble Cid Campeador
Marcelino de cabeza
marcándole a Rusia un gol
el coño de la Bernarda
y un dentista de León.
San Isidro labrador
y el soldado desconocido
a quien nadie conoció
Santa Teresa iba dando
su brazo incorrupto a Don
Pelayo que no podía
resistir el mal olor.
Y el marqués que ustedes saben
iba muy elegantón
con uniforme de gala
de la santa inquisición
Bernabeu incendia puros
con billetes de millón
y el niño Jesús de Praga
de primera comunión
mil quinientas doce monjas
pidiendo con devoción
al papa santo de Roma
pronta canonización
y un pantano inaugurado
de los del plan Badajoz
y el Ku Klux Klan que no vino
Y Rita la cantaora
y era un cristo øvalcolor?
y una teta disecada de
Agustina de Aragón
la tuna compostelana
cerraba la procesión
cantando a diez voces
clavelitos de mi corazón.
San José María, Pemán
unos versos recitó
servía Perico Chicote
copas de vino español
nunca enterrado alguno
conoció tan alto honor
dar sepultura a quien era
sepulturero mayor
ese día en el infierno
hubo gran agitación
muertos de asco y fusilados
bailaban de sol a sol
siete días con siete noches
duró la celebración
en leguas a la redonda
el champán se terminó
combatientes de Brunete
braceros de Castellón
los del exilio de afuera
y los del exilio interior
celebraban la victoria
que la historia les robó
más que alegría la suya
era desesperación.
Como ya habrá adivinado
la señora y el señor
los apellidos del muerto
a quien me refiero yo
pues colorín, colorado
igualito que empezó
adivina, adivinanza
se termina mi canción
se termina mi canción.

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